domingo, 27 de marzo de 2011

El Enemigo I - El Hugo








Leemos: Pero aquí no nos interesa tanto rastrear el origen ideológico de Cristina y Néstor Kirchner como aplicar a la situación argentina la premisa "schmittiana" de que, hasta que no se encuentra el enemigo contra el cual combaten los protagonistas, no se entiende del todo lo que está pasando. Esta premisa es particularmente útil para describir la compleja relación que hoy vincula al kirchnerismo, venido de la izquierda, con Hugo Moyano, que proviene del "fascismo" sindical.

¿Y si aplicáramos al pensamiento de la derecha autóctona, representado cabalmente por el autor de esta nota, "la premisa "schmittiana" de que, hasta que no se encuentra el enemigo contra el cual combaten los protagonistas, no se entiende del todo lo que está pasando"? A juzgar por la fruición obsesiva con la cual los Guardianes de la República se ocupan de denostar al antipático líder sindical, es obvio que ya entendieron muy bien lo que está pasando: se les escurre entre los dedos el modelo de acumulación económica impuesto a sangre y fuego por la dictadura procesista, careciendo sus actuales defensores (que en algunos casos son todavía los mismos) de la mano de obra técnica que lo reinstaure. 

El "nuevo pescuezo para degollar", en realidad, lo necesita la intelligentsia conservadora, sea en relación al plan A que en relación al plan B, y parecen haberlo encontrado en Moyano. El plan A era la esperanza de imponerse en las próximas elecciones presidenciales con uno de los candidatos surgidos del ya fenecido Grupo A: Macri, Cobos, Alfonsín (tapándose la nariz, obviamente), Reutemann o, más recientemente, Sanz. Deshechada esta hipótesis por el peso de la realidad, apuntan la artillería contra la alianza estratégica entre los poderes político y sindical, con la esperanza de debilitar a quien les disputa descaradamente la hegemonía. 

El resultado de todo esto va a ser un gran salto de calidad en la disputa entre dos enemigos afortunadamente irreconciliables: los que quieren una sociedad más justa, con distribución equitativa de la riqueza e igualdad de oportunidades para todos, y los que quieren un país para cinco millones de habitantes. Estos últimos van a tener que renunciar definitivamente a la violencia (militar, policial, mediática o la que sea) y aprender que en una sociedad democrática y bien informada, a los ciudadanos se los convence con buenos argumentos y buena gestión.

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